BERLIOZ, Hector Louis.

Nacido en la Côte-Saint-André, Isère, 11-12-1803, muerto en París, 08-03-1869.
Compositor francés era el hijo mayor de un conocido médico de la región de Grenoble. Su propio padre se encargó de su educación e hizo de él un músico y hombre culto, orientándolo hacia la medicina Siendo muy joven, B. empezó a componer para pequeños grupos de música de cámara tocaba la flauta y la guitarra, de la que fue virtuoso. La guitarra ha influido en su estilo mucho más que el piano.

En 1821 fue enviado a París para estudiar medicina pero, al cabo de un año, abandonó sus estudios para dedicarse a la música. Asistía con regularidad a la ópera se inscribió en la clase de Lesueur y estudió, también en el Conservatorio, con Reicha (contrapunto) y, Cherubini, que intentó dominar su espíritu de independencia. Esta nueva vocación desencadenó una ruptura de ocho años entre B. y su familia, que ensombreció la juventud del compositor. Quiso convencer a sus padres y, en cuatro ocasiones, se presentó al Premio de Roma, obteniéndolo por fin en 1830. De este período datan muchos de sus descubrimientos intelectuales y artísticos. Descubrió a Weber y Beethoven, todavía poco interpretado, cuyas partituras estudió con pasión. Penetró en su pensamiento hasta en los últimos cuartetos, lo que es casi una proeza para la época. También descubrió a Shakespeare y Goethe. Shakespeare lo lleva a "un mundo nuevo" y la traducción del primer Fausto por G. de Nerval le sugiere su primera gran obra, las Huit Scénes de Faust (1828). Sin embargo, poco satisfecho de esta obra, intentará hacer retirar la partitura, que se convertirá 18 años más tarde en La Danination de Faust (1846). En 1830, B. se enamoró, igual que otros muchos jóvenes artistas parisienses, de la actriz irlandesa Harriet Smittison. Este amor sin esperanza llevó al joven músico al borde de la locura. Sin embargo, siguió trabajando y, enjulio, en plena revolución, obtuvo un sonoro Premio de Roma con su Sardanapale. También iba a terminar pronto una obra que marcaría época, la Symphonie fantastique. Fue estrenada el 5 de diciembre de 1830, varios días antes de su 27º cumpleaños. Hay un detalle importante para la carrera de B. y para el futuro de la música: Franz Liszt estaba en la sala.

Cuando B. partió hacia Italia, sus relaciones con su familia ya se habían normalizado. Hacía algunos meses que se había prometido a una joven pianista de talento, Camille Moke (futura Mme. Pleyel). En Italia se ganó numerosos amigos, principalmente Mendelssohn y Glinka; dedicaba su tiempo a la reflexión y daba largas caminatas por los Abruzzos buscando campesinos y bandoleros. Tomó algunas notas, escribió algunas melodías que utilizó posteriormente, pero a corto plazo fueron 18 meses perdidos. Su estancia en Roma se vio interrumpida por un incidente tragicómico. Se enteró de que su prometida había roto su compromiso e iba a casarse con un rico fabricante de pianos, Camille Pleyel. Se puso en marcha hacia Francia para conseguir una reparación; pensaba suicidarse después. Pero en Niza cambió de decisión. Se deben dos oberturas a esta aventura, Le Roi Lear (1831) y Le Corsaire (1831-51). B. tenía que pasar aún varios meses en Alemania, pero consiguió librarse de esta obligación y volvió a París en 1832. Dio varios conciertos, la obertura de Rob Roy (1831?32) -que destruyó a continuación- y una serie de piezas que forman un conjunto bastante mediocre, al que dio el título de Le Retorir á la vie (1832). más tarde Léfio (1855). Lo presentó como una continuación de la Symphonie fantastique pero a pesar de que contiene páginas exquisitas, especialmente el Chant de Bonheur y la Fantaisi sur "La Tetnpéte", no es una "cibra" en el sentido qu B. daba a este término. Poco después de regresar París, volvió a enamorarse de Miss Smithson, que s encontraba en grandes apuros económicos y, a principios de 1833, se casó con ella.
Ahora debía proseguir una carrera musical que 1 permitiera mantener a su familia. Escribió, basándose en sus recuerdos, Harold en Italie (1834), pero la obras sinfónicas en lugar de proporcionar dinero sus autores, resultan caras de publicar e interpreta Gracias a apoyos políticos, B. obtuvo entonces u encargo del Gobierno: una misa de Requiem a la me moría de los héroes de la Revolución de 1830. Pero este favor sólo le acarreó inútiles intrigas y la ceremonia fue dedicada a un general francés asesinado durante la pacificación de Argelia. Sin embargo, el Requiem era una obra de talento y consiguió un gran éxito, si se cree a Vigny y Dumas que la oyeron el di de su estreno (1837). Le aportó gloria y muchas enemistades. Se abrían ante él dos vías. Siguió las do Por otra parte, había iniciado en 1823 la carrera d crítico. A lo largo de los años 30, escribió en la Gazete Musicale y el Journal (les Débats, donde se impuso durante 27 años. Esta situación le hizo alcanzar rápidamente los medios oficiales, cuya influencia le era útil para que se aceptaran sus óperas. Por lo tanto, e 1836, durante la composición del Requiem, comenzó una ópera cómica, Benvenuto Cellini; se acababan d descubrir las Memorias del escultor florentino. El libreto era de Auguste Barbier y A. de Wailly y se cree que fue revisado por Vigny. B. compuso para esta obra la música más brillante e inspirada de su producción. La invención dramática supera ampliamente la del texto, pero la tensión que la música impone las palabras no favorece a la pieza. A pesar de todo, s representó, pero fue abandonada después de agota dores ensayos a los que se sumaban las protestas d algunos intérpretes ante las audacias melódicas y armónicas de B. (septiembre?noviembre de 1838). Afortunadamente, B. logró captar de nuevo la atención del público gracias a un segundo encargo, con ocasión del traslado de las cenizas de los héroes de 1830
La Symphonie funébre et triomphale (1840), destinad a una interpretación al aire libre, está compuesta par un conjunto militar y es, posiblemente, la partitura sinfónica más importante de las que se han compuesto para un grupo de este tipo. Suscitó la admiración de R. Wagner que residía entonces en París.
Entre el fracaso de Benvenuto Cellini y la Symphonie funébre, B. conoció un momento de descanso compuso una obra tan importante, en su género, como la Symphonie fantastique: la sinfonía dramática Romé et Juliette (1839). Como ha señalado G, Abraham esta sinfonía, que Wagner oyó en París y que le pro dujo una gran impresión, le sugirió probablemente las ideas musicales y dramáticas que adaptó posteriormente a Tristan. El propio Wagner reconoció s deuda en su dedicatoria a B. y en su autobiografía donde recuerda que la orquestación tan compleja precisa de B. en Roméo le reveló las posibilidades abiertas a la orquesta moderna. Inspirada en Shakespeare, la sinfonía se debe, en gran parte, a la generosidad de Paganini, quien admiraba a B. y lo consideraba el heredero de Beethoven. A la salida de un concierto donde se representaba Harold en Italie, Paganini dio 20.000 francos a B., con el fin de evitar que escribiera artículos y que tuviera que solicitar encargos. Esos años (1830-40) fueron muy fecundos para B., pero el gusto de los franceses por la ópera y el puro virtuosismo, excluyendo cualquier otro tipo de música lo incitaron a buscar su público en otra parte.

Partió en 1842 e inició un largo periplo por Europa. De París a las grandes ciudades de Europa central, de Londres a San Petersburgo y a Moscú, recorrió el continente sin descanso durante 25 años. difundiendo así sus ideas sobre la orquesta y su concepción de la sinfonía dramática, En sus Mémoires (1870) se puede leer la acogida que le dispensaron Praga, Viena, Budapest, Berlín, las ciudades del Rhin, Silesia, Polonia y Rusia. En todas las partes encontró partidarios y adversarios y también amigos fieles entre los músicos, críticos y personas importantes. Mendelssohn, que lo juzgaba severamente, y Liszt, que lo amaba, le brindaron su apoyo. B. se lo agradeció a los dos, aunque le gustaban las obras de Mendelssohn y se mostraba insensible a las de Liszt. A lo largo de esta heroica gira, cuya dificultad se aumentaba por la incertidumbre de las comunicaciones y la ausencia de organización local, B. escribió nuevas composiciones y continuó su trabajo de crítico. Publicó la versión definitiva del Traité d'lnstrumentation et d'Orchestration (1843), al que añadió el Art du Chef d'Orchestre (1856). También escribía en el Journal des Dieux 1846 transformó las Huit Scènes de Faust en venda dramática, La Damnation de Faust. 1 puesto gran esmero en este trabajo y esperaba ovación del público parisiense. Pero la obra tuvo mediocre acogida. B. tuvo que pedir dinero a uno de sus admiradores y partió hacia Rusia sus conciertos eran seguidos con entusiasmo años después de su muerte, Fausto fue sacado del olvido para convertirse en la más popular en Francia.

La Revolución de 1848 lo sorprendió en Londres donde se habían refugiado un gran número de emigrantes provenientes de Europa. Conquistó al compositor inglés probándole que no se limitaba solo a sus propias obras. Es muy sintomático que el descubrimiento de B. se haya producido en In y que haya suscitado, en la actualidad, la ¡me¡ , una primera edición crítica de su obra. En L, mientras intentaba imponerse y mientras de portar la dirección del repertorio habitual de Lane, B. trabajaba en su Te Deum, una composición monumental, que concebía a la vez como la del Requiem y una conclusión de la Symphon bre et triomphale. Estas tres obras muestran un similitud y proceden de la misma inspiración leónica".
En Londres, B, empezó también la preparación de sus Mémoires. A su regreso a Francia, siguiente, trabajó en recomponer su mundo n Fundó una orquesta y reunió sus artículos importantes con el título Les Soirées de 1'Orchestre Presentó dos colecciones de melodías así como doble coro sobre temas patrióticos, Vox Populi encantadora melodía para 3 coros basada en un de V. Hugo, Sara la Baigneuse. Pero nadie podía adivinar las intenciones del régimen. B. aceptó pudo volver a Londres poco después de realizar una gira en Alemanía, a lo largo de la cual Liszt dirigió r, con mucho éxito, Benvenuto Cellini B. revisado el libreto y la partitura; la obra ganó en, frescura y fuerza, Este éxito le dio el atrevimiento de presentarla en Londres en 1853. Pero de nuevo la representación fue saboteada, voluntariamente ésta vez, debido a una cábala organizada, y la pieza permaneció en el olvido hasta finales de siglo. De las obras de B., ésta es ahora la única que sigue mando una justa interpretación y que no ha encontrado su sitio en el espíritu del público.

Los últimos veinte años de la vida de B. (1850-69) reproducen los anteriores, con algunas variantes los en el extranjero, mientras que las obras nuevas encuentran en París con un público indiferente, u hostil. L´Enfance du Christ (1854) es una excepción que consiguió espontáneamente la adhesión. B. Reaccionó ante este éxito con su habitual indiferencia 1855 dirigía su Te Deum, que le produjo una pro satisfacción y, animado por la amante de Liszt, La princesa Carolina de Sayn?Wittgenstein, con la que mantuvo una prolongada correspondencia artística emprendió la composición de su epopeya Le yens. La obra requirió tres años.

El libreto, basado en la Eneida, era suyo y la música utilizaba algunas ideas de juventud. Como le gustaba decir, B. vivía desde la infancia con los héroes y los dioses de Virgilio. Se servía de sus recuerdos, sus "Wankerjahre" en Italia, sus lecturas y conocimiento de Shakespeare, su profundo afecto por su hijo y la resignación que había sustituido al ardor confiado de los años de juventud.

Les Troyens debían ser su testamento musical y espiritual. Pero este testamento lleva un codicilo: cuatro años más tarde B. que, aunque no era completamente aceptado, era soportado en París, B. que era miembro del Instituto y bibliotecario del Conservatorio, que era el ídolo de un pequeño círculo de amigos, que era conocido por sus libros y por su serial (era el "mardiste" como Sainte?Beuve era el "lundiste"), B. que había terminado, según creía, con su obra y con las sorpresas del destino, sufría una serie de "amores platónicos" y veía despertar a su musa.
Estimulado además por el fabuloso ofrecimiento que le hizo un empresario de Baden-Baden, Édouard Bénazet, emprendió una ópera breve titulada Béance et Bénédict, basada en Mucho ruido para nada de Shakespeare, cuyo libreto escribió él mismo. La obra fue estrenada en 1862 bajo su dirección y constituye un último mensaje. Es una obra muy alegre, teñida de melancolía, pero no revela ninguna amargura, ninguna debilidad. Sutil y exquisitamente refinada, según R. Fr. Goldmann, es la ópera cómica más bonita que se ha podido escribir después de Mozart. En 1865 perdió a su querido hijo; en 1867 tuvo el valor de hacer una gira por Rusia, donde lo esperaban los "Cinco" y donde escribió sus últimas páginas. Murió dos años más tarde.